martes, 18 de agosto de 2015

El vientre del pintor. Javier Bassi conversa con Diego Flores. Revista AyD. Sábado 28 de febrero, 2015.

Delgado, blanco en canas, sereno. Reflexivo. Al igual que a su obra, un halo de misterio rodea a su breve pero contundente figura. Nuestro encuentro se produce en un nuevo taller, que al igual que el anterior, es una suerte de bunker en el cual más que trabajar, Javier Bassi vive, sufre, trabaja y es feliz.

Javier Bassi figura entre los artistas más destacados de la actual generación de artistas plásticos. Su prestigio es enorme y se basa en una obra tan personal como incuestionablemente sólida. Tanto, que resulta difícil encontrar una referencia que se le asimile. Tanto como descubrir una corriente cultural local dentro de la cual afiliarlo. Es un autor comprometido con una idea acerca del lenguaje plástico y con un concepto muy claro y firme de su papel como creador en esa historia. Sus obras son dramáticas, densas y definitivamente espirituales. Sí, espirituales y de una manera un tanto caprichosa. Descubren la luz donde parece imposible y con ella iluminan desde lo inesperado. Ha logrado, en base a dominio de las técnicas y mucho estudio, generar un lenguaje plástico propio, extremadamente personal y, en consecuencia, único. Austero y severo, actualmente pinta con rodillo y en negro. Negro intenso, absoluto, al que le descubre, trabajando como un escultor, señales blancas, delgadas líneas que emergen y cuentan algo difícil de descifrar, pero que estimula a todos nuestros sentidos. Pinta en gran formato y lo hace como un monje medieval, solo, absolutamente solo, y el proceso creativo en Javier Bassi es de una intensidad poco habitual.                                 


—Tengo la impresión de que la síntesis en tu obra ya ha logrado un grado de maduración importante… 

—Busco una expresión sintética, engañosamente simple, de un pensamiento complejo. Hay en los últimos años una evolución cualitativa, una relación más directa entre pensamiento e imagen, o entre pensamiento, generación e imagen, de todas maneras, no son fáciles de atrapar por el lenguaje.

—Tu obra trasmite imágenes densas, difíciles…

—Son superficies reflexivas que exigen de una contemplación activa. La manera en que cada uno las percibe tiene que ver con el saber de quien las mira. La percepción visual es una interpretación y no discernimos los estímulos externos de manera absoluta. Están relacionados con nuestro conocimiento previo y con nuestro estado emocional al momento de mirar. No olvidemos también que es el cerebro quien contribuye en gran medida a la percepción final de lo que vemos.

—Sí… A mí me conmueve la economía del lenguaje. Necesitás tan poco para contar…

—Una obra debe tener estrictamente lo necesario… El misterio en mis obras está en la presencia de lo que no podemos ver. Una mirada ingenua o apurada se quedará con una parquedad de trazos o con la sensación muy próxima al pleno negro, pero deteniéndonos en la observación, la materia nos induce a recomponer el proceso, en el mejor caso se establece un estado de comunión, somos absorbidos… aparecen entonces innumerables rastros y probablemente entendamos que lo importante a veces no está en los elementos en sí, sino en el espacio que habitan.

—Recuerdo que cuando nos conocimos, en el siglo pasado, tu señora esperaba a tu primer hijo. Tu obra entonces era casi la imagen de una celda, rayas verticales negras sobre fondo negro. Existe un claro proceso de búsqueda… 

—Eran sugerencias de paisajes o de caminos interiores. Imágenes más espaciales, estructuras que pueden ser vistas como bosque o arquitectura, o simplemente sombra. Podemos establecer vínculos directos con mi obra actual. No solo con mis pinturas, también con los objetos. Hay a la vez diferencias visibles, era entonces una pintura entonada, una visión de arraigo más romántico. Inicié ese proceso en Montevideo pero decantó y creció en Nantes, lugar donde se exhibieron por primera vez. En Uruguay se mostraron disgregadas en muestras colectivas y en algunos salones nacionales. Recibí el Gran Premio de la Bienal de Salto con esa serie y fueron revisitadas en el 2012 en el Primer Ciclo de Contemporáneos del Museo Gurvich. Ahora, asocio, de manera más clara, al nacimiento de Lorenzo y a los meses previos, un período más gráfico, con algo más de color, escenas más abiertas. Trabajé predominantemente en formatos más pequeños, en obras más irónicas, con algunos personajes de mayor carga expresiva. Con el tiempo creí entender que probablemente quise rodearme de un entorno algo más favorable en ese momento.

—Hay una secuencia. Una evolución, no una revolución.

—Sí,… cierto.

—Esto es casi un proceso de decantación.

—Es un proceso de profundización, de querer ir más allá… Es el resultado de llevar al extremo algunos mecanismos de búsqueda y de alimentar y entrenar mi subjetividad de manera sostenida. 

—Que además es todo muy espontáneo, es decir, no hay una premeditación…

—Bueno, yo no sé cuál será la imagen próxima, pero quizás no sea la palabra espontáneo la más precisa, es que hay un centro de búsqueda poderoso, un foco. Estoy mirando a través de una rendija cada vez más estrecha. En los últimos años también hay una relación entre el accionar y el prepararse para accionar distinto. Por momentos me lleva más tiempo el sentirme preparado para abordar la imagen que su realización. Me voy sumergiendo en el proceso, momentos de elucubraciones sensibles, un tiempo de creación inmaterial que me lleva a avanzar en la obra, sin tocarla. Después, el encuentro con la imagen física me conduce a lugares no intuidos, me desvía, me altera,… soy de nuevo empujado a un lugar desconocido.

—Hay una coherencia en el viaje de todas tus obras. Yo recuerdo pocos momentos en los que te apartaste… Recuerdo una exposición, te estabas preparando para una obra, trabajabas en grises. Te vi en el Bar Tabaré la última vez.

—Ah… sí…

—Y tú me dijiste “estoy probando…”

—Bueno, probando estoy siempre. Pero esto no es una cuestión de deseo. Si se mostraron es porque las sentí como expresiones acabadas y donde existe la construcción de un lenguaje visible. Era una secuencia de imágenes que itineró por Porto Alegre, San Pablo, Brasilia, terminando el periplo brasileño en el MAM (Museu de Arte Moderna da Bahia), en Salvador. Al regreso se mostraron en Montevideo. En ese entonces quería ver qué pasaba si me paraba un poco más lejos de la tela, si neutralizaba la gestualidad. Había empezado a investigar con patrones gráficos en una de mis estadías en Nueva York, empezado a utilizar rodillos, una herramienta muy difícil, que todo lo registra y repite, y en parte eso fue lo que me interesó, la capacidad que tiene de masificar superficie y, por ende, de neutralizar singularidad. Me lo propuse como desafío, sentía una fuerza que me impulsaba a usarlos. Después entendí que el tema no está en el rodillo, además de que puede ser de una ductilidad enorme, y que la mirada y el temperamento del artista siempre están manifiestos.

—Estoy muy curioso con las cosas que te suceden en el proceso creativo. Porque estamos de acuerdo en que esto es el resultado, es consecuencia… 

—Sí, a mí me gusta decir que es mi estado último, mi presente. Mi actual obsesión es el tiempo, entender qué supone desde una perspectiva filosófica. Entiendo muchas cosas asociadas a los estados de mis obras actuales porque puedo rozar de alguna manera el pensamiento de Etienne Klein o de André Compte-Sponville. Colaboran de manera directa en el entendimiento de mis visiones. Por otro lado, de alguna manera siento que todo el misterio está en la luz, aun siendo predominantemente negras. Borges escribe en uno de sus cuentos: “En una adivinanza cuyo tema es el ajedrez, ¿cuál es la única palabra prohibida?”

—¿Arte conceptual o conceptualización de la obra?

—El arte conceptual tiene un marco preciso de referencia y esto no lo es. En mis pinturas no hay una prevalencia de la idea sobre los aspectos formales. Tampoco deben ser vistas como expresiones abstractas concretas, como podía entenderse en los 50, o como lo entendía la abstracción moderna bajo las distintas miradas de la Bauhaus. No lo entiendo como un ejercicio formal en esos términos y no busco construir una nueva teoría de la abstracción. Lo que sí es cierto es que hay una conceptualización de lo que sucede en el taller, o un pensamiento en relación directa con las etapas de acción.

—Hay una idea.

—Hay una búsqueda filosófica que se encuentra con una materialidad visual y a la inversa. Es que la imagen, cuanto más plena y radical sea, más poderosa es. Son verdades categóricas, pero… ¿por qué? Puedo desmenuzar la imagen en términos de forma, composición, intensidad de línea, las tensiones que genera, analizar la estructura de la materia,… pero ese ejercicio no me satisface totalmente. No creo que en esa visión analítica esté la respuesta más significativa. Hace poco, preparando un taller en la Fundación Iturria, estuvimos discutiendo esto de las clasificaciones, si abstractos o figurativos. Nací con ese tema resuelto, lo entiendo una discusión anacrónica. Hay igualmente una diferencia muy importante entre los mismos abstractos y pasa por si el pensamiento que lo asiste es o no de naturaleza abstracto. El asunto ahí tiene un matiz muy diferente y entonces estamos bastante más allá de la “recuperación del objeto”, no es sólo asunto de representación o de punto de partida. Es importante intentar pensar en imagen o en palabra de manera estricta. Muchas veces es nuestra manera de decir las imágenes lo que formatea nuestra manera de pensarlas, o de verlas. Busco imágenes que tengan un valor absoluto y que sean afirmativas de sí mismas.

—El proceso creativo…

—Es inasible, una forma sofisticada de andar el tiempo.

—Cuando observo tu obra y pienso en vos te ubico como uno de los pocos artistas de tu generación que logró asir el lenguaje, hacerlo propio y darle una identidad muy personal. Insisto, percibo una búsqueda; digo: llegaste al negro y no fue casualidad. Que tu recurso se apoyara en el negro y no en el azul…

—Yo empecé trabajando en obra no totalmente negra, pero sí muy oscura casi desde el comienzo, en un contexto en el que aún predominaba esa visión generalizada neo-expresionista caracterizada por el uso estridente del color. También por la trivialización de los signos y el abordaje de temáticas ríspidas de manera directa. Empecé a trabajar en ese contexto, aunque a exponer algo después. Mi sensibilidad era otra. Después de algún tiempo, no era el único. Parte de la crítica empezó a verme como heredero de la buena pintura de los 60, Ventayol, Espínola, Barcalá, Hilda López. Pero claro, también tenía la experiencia acumulada de la transvanguardia italiana, los pintores alemanes de la década del 80 y los expresionistas abstractos, regresando de un periplo internacional rico y desafiante como estudiante de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo.

—Y después seguiste viajando…

—Bastante, pero ya no estudiando solamente, mayoritariamente siguiendo los destinos a los que me llevaban mis obras, viajes como resultados de premios a concursos o respondiendo a algunas posibilidades que me brindaron algunos encuentros. Interactué entonces con otros artistas en Nueva York durante algunos períodos, en Nantes, asistido por el Museé des Beaux Arts de la ciudad, Cuenca, La Habana, Amsterdam… Aprendí mucho y corroboré potenciales, pude probarme de manera exigida como artista. 

—El arte es un ejercicio dinámico para el que todos debiéramos prepararnos...

—Por lo que dije antes, es que cada cual ve desde donde sabe, somos una especie con un rango de apreciación restringido y por eso ni nos damos cuenta. El arte nos plantea posibilidades más vastas. Quiero vivir en un mundo de subjetividades múltiples manifiestas. La práctica del arte o el ejercicio de interactuar con el arte amplía nuestra percepción del mundo, aun ante la frustración que genera el no entendimiento. 

—La experiencia de la Bienal, ¿cómo te cayó? ¿Cómo la viviste?

—El proceso fue inquietante. Es que había desarmado mi taller anterior y no estuvo operativo de inmediato el nuevo. Mudar un taller no es asunto fácil y el proyecto que me comprometí a desarrollar era enorme, un ensamblaje de algo más de 11 metros. Un proceso de algunos meses con 40 días últimos de acción intensos, con algunos pasajes de mucha angustia. Trabajé simultáneamente en 22 bastidores. Luego de múltiples variantes y ajustes la imagen fraguó contundente y precisa, sintetizando el relato en 9. Un proceso tremendamente fértil… Para el afuera todo fue normal. Los plazos acordados se cumplieron, terminé de montar un día antes de lo pactado y llegué a la apertura descansado. 

—Pero además tú eres particularmente exigente, ¿no? La imagen que me transmitís es la de un hombre que no transa. Todo o nada.

—Es parte de un método que tiene al riesgo como herramienta de búsqueda...  

—El ejercicio del arte…

—Es un ejercicio del conocimiento… ¿o un gran capricho? Desde hace algunos años estudio lógicas de generación de líneas, patrones que pueden ser asociados a formas de pensamiento o a registros de tiempo. Las desarrollo bajo distintas lógicas simultáneamente, se superponen y alteran unas a otras… y entonces elijo situarme de nuevo en cero, o voy al reverso del color. Permanece la memoria del recorrido, una forma de pasado traducida en materia, con sus distintas densidades producto del accionar, emprendo entonces un camino de recuperación de algunos rastros. Un impulso fuerte, sectorizado, me devuelve al blanco. Neto, puro. 

—Eso es lo que hace muy personal tu obra. Y tú dijiste hace un rato, es luz.

—Luz, o rastros de algo que fue luz en ese escenario vasto, inmensamente negro. 

—Y es huellas también, ¿no? Veo el rodillo que ha dejado la marca y la huella está, permanece.

—Hay señales cuya génesis es más fácil de entender, pero también la línea fragmentada es producto de la acción del rodillo, quitando. Utilizo el esténcil de manera inversa, sectorizar para despintar. Eso entonces es más difícil de intuir, genera ambigüedad en la imagen. De igual manera percibimos como fondo lo que en verdad está más cercano a nosotr,s y la presencia de línea blanca cuando es, en sentido estricto, ausencia de negro. También hay ambigüedad en desvíos de la ortogonal, nos inducen a pensar en error o en perspectiva… Utilizo patrones con distintos espesores y de acuerdo a cómo intervengo, ya sea por el grado de humedad que hay en la superficie o cómo está preparado el pigmento, o la carga de agua cuando arrastro, factores diversos hacen que convierta esa línea en un corte que mutila, o puedo fragmentarla, hacerla explotar, transformarla en mancha.

—Es un proceso torturante el tuyo de búsqueda, ¿no? Pero es un proceso.

—¡Ah, no, no!, no creas que la paso tan mal.

—Lo tenés incorporado, pero es como… Me impresiona.

—Tengo la suerte de saber para qué vine y en consecuencia qué es lo que tengo que hacer. Respondo a una necesidad primaria, ¿quién dijo además que vivir es asunto fácil? No es para mí un problema el taller, las tensiones que se me plantean son propias del ejercicio creativo, de retar a la nada. Un acto siempre en solitario. Siento más caótico el afuera, aunque en los últimos años tengo una visión mucho menos críptica y una relación más amable con el entorno. Explico menos y entiendo bastante más… No siento tanto deseo de confrontar, creo además que, en términos generales, la gente toda quisiera desde algún lugar experimentar eso de ser o sentirse artista, y en definitiva, hacemos lo que podemos. Vivo con más naturalidad, más tranquilo que hace años. Hay un recorrido que no solo hizo sentido en mí, otros artistas me revisitan, me reconozco en traducciones de otros. También la cultura en nuestro país está siendo infinitamente más atendida. Quiero un entorno, además de fértil, profesionalizado. 

—Te noto más sereno.

—Que así sea.



JAVIER BASSI (Montevideo, 1964). 

Estudia con Pierre Fossey, José Montes, y en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (1985-1992). En 1993 viaja a México, EE.UU., Europa y el Norte de África, y es becado por el United States Program en New York y Boston. En 1995 realiza un workshop con Rubens Gerchman. En 1996 recibe el Prix Paul Cézanne y trabaja en el Atelier Alraune, asistido por el Musée des Beaux Arts de Nantes. En 1998 se traslada a Nueva York y realiza pinturas y objetos monumentales en el J.M.Studio, en Manhattan, lugar a donde regresa en el 2000 y 2004. Participa de workshops en Holanda, Francia, Estados Unidos, Ecuador y Uruguay. Expone activamente desde 1990, mayoritariamente en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Representa a Uruguay en la VI Bienal Internacional de Pintura de Cuenca, la I Bienal del Mercosur, la VII Bienal de la Habana y la 2da. Bienal de Montevideo. Obtuvo los premios en arte más importantes del Uruguay, entre otros: VI Muestra Nacional (1994), Salón Centenario del BROU (1996), Salón Municipal (1998), VIII Bienal de Salto (2000), 50 Salón Nacional (2002), Mural del Bicentenario (2011), Premio Ancap X Bienal de Salto (2013). Recibe el Niveau Award en la 3th. International Mail Art Biennale, Debrecen (2010). La Dirección de Cultura del MEC le otorga el Fondo de creación Justino Zavala Muniz (FEFCA 2012-2014). 


El más severo

Jorge Abbondanza. Extracto nota publicada en el diario El País de Montevideo. 

Conviene observar atentamente el breve audiovisual que acompaña la muestra desde una pequeña pantalla. Allí Javier Bassi explica su método de trabajo y el proceso por el cual sus obras progresan desde unos trazos iniciales hacia la gran superficie negra que las invade, apenas interrumpida por los filamentos blancos que las atraviesan.

Si se considera a la pintura como un concierto de colores, formas, líneas, manchas y espacios en torno a la elaboración de una imagen y un tema, el trabajo de Bassi es una suerte de contra pintura, la búsqueda de la anulación de esos elementos para quedarse apenas con lo residual; un solo pigmento (el negro), un solo signo de lenguaje (la línea recta), una sola interrupción del espacio (los hilos blancos que de vez en cuando lo surcan).
Con su método, Bassi está buscando el más escondido de los caminos de comunicación con el contemplador: el del significado oculto, el de lo que se insinúa sin mostrarse, el de lo que estuvo sobre el lienzo pero se borró.
Como sucede con una parte de la corriente del pensamiento, que emerge en medio de la marea de la memoria para asociar furtivamente las ideas y luego disolverse dejando unos pocos rastros, en la pintura de Bassi figuran escasas huellas, las indispensables para que la expresividad no se evapore y solo permanezca alguna pista, la necesaria para que el observador se detenga para palpar la insinuación de las rendijas blancas que todavía siguen abiertas como heridas luminosas en medio de la piel retinta de la tela.
No se puede pedir un mayor extremo de severidad en la pintura de este uruguayo reservado, solitario, casi monacal que, obstinadamente apegado a su modalidad y con el paso de los años, ha ido reduciendo sus imágenes hasta alcanzar el límite de la desaparición, esa frontera donde el dato visual corre el peligro de extinguirse para dar paso al enigma de lo que no se ve y sin embargo se sugiere.
Con una reserva idéntica a la que mantiene personalmente en su conducta diaria, Bassi pinta (y luego va tachando, sumergiendo, borrando) lo que piensa y no dice, lo que imagina y oculta. Se convierte así en el reverso del pintor sensorial, en la antípoda del trabajo disfrutable o explícito, en el extremo del lenguaje lacónico, del monosílabo, del tratamiento riguroso, de la palabra estricta. Y así sus imágenes se contraen, resecándose hasta lograr la fascinación del paisaje desértico, cuyo arenal (como ha ocurrido históricamente en la transformación de la naturaleza) solo dibuja su estampa a partir de la gradual desaparición de otra que la precedió.
El desierto de partículas negras de Bassi retiene la mirada de quien lo enfrenta, pero no por lo que muestra sino por lo que oculta, invitando no tanto a mirarlo sino a ver a través de él. Al comprobar eso, se consigue atravesar la barrera de su parquedad para llegar al fondo de su secreta expresividad.
Ningún otro pintor contemporáneo de este país ha logrado recorrer esa senda de sugerencias con un despojamiento tan absoluto en el semblante de sus obras. Por algo, en el texto de su audiovisual, Bassi dice "construyo a partir de lo que quito". Y en ese proceso de lo que descarta, recubre o suprime, está la clave indefinible de su creación, que se asemeja al mecanismo del inconsciente en lo que tiene de profunda matriz de los impulsos y manto casi impenetrable de las pasiones.
El sello sorprendente del trabajo de Bassi consiste en manifestar ese núcleo tan denso a través de la extrema simplicidad de un campo tan liso y apenas arañado.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La incalificable profundidad del ser - Daniel Tomasini - Revista Dossier.

Javier Bassi en SOA.


Es verdad que la obra de Javier Bassi recurre a pocos elementos para expresarse, tal es así que tal vez hagan pensar en la estética del minimal. Sin embargo, se trata de una obra compleja que no se concentra en los límites entre el arte y lo que no lo es. A simple vista una serie de líneas blancas sobre un fondo negro, paralelas y verticales, con la evidencia del ángulo recto y de sutiles características visuales, tales como opacidad, delgadez, insustancialidad.


Nos encontramos con la clave del lenguaje de Bassi y tal vez podamos ingresar, por esta vía, hacia la profundidad conceptual de la obra, ya que toda obra de arte es conceptual, es decir, construye algún tipo de concepto o de idea relacionado con la vida.

Sin embargo, el concepto tampoco convalida el ser de la obra, un ser de particulares características, ni moral, ni amoral, ni filosófico, ni totalmente físico y probablemente espiritual. En el campo de las definiciones, ya Foucault había determinado la imposibilidad de imbricar las palabras y las cosas, y ante esta incapacidad identitaria, se conforma con aproximaciones más o menos cercanas, más o menos convincentes, más o menos fiables, pero nunca totales. La obra de arte se encuentra fuera de los límites de cualquier otro universo intelectivo (incluso las conceptuales) y para nuestra tranquilidad, son autónomas, y afirmativas de sí mismas.

Las preguntas se plantean desde el exterior y responden al dilema existencial del observador. La obra es en sí una respuesta, nunca una pregunta. El fondo de tono rotundamente negro, y las líneas rotundamente blancas, rectas y ortogonales de la obra de Bassi se establecen como rigurosamente ciertas e independientes de cualquier especulación intelectual. Son hechos plásticos de primera magnitud y desde el famoso “cuadrado blanco sobre fondo blanco” de Malevitch, participan de la historia de la visualidad, con implicancias hacia lo que se ve, lo que se muestra y lo que oculta, el dilema sigue siendo el mismo. Dilema que se resuelve desde la propia mirada de cada artista, en general con una perspectiva de investigación, buceando en las aguas desconocidas del universo artístico.


Las obras de Bassi son perfectas tautologías plásticas y, como la sucesión de los días y de las noches, constituyen fenómenos que hacen interrogar desde lo completo del enigma que encierran, que por otra parte no se puede describir, sino que se debe experimentar. Cuando experimentamos la negritud del plano y la blancura, la delgadez o el grosor de la línea, la sensación de movimiento perfectamente inmóvil y la de un espacio que se precipita como un agujero negro, lleno de una energía absolutamente inconcebible, entonces no es necesario explicar nada, porque está todo dicho. El talento de Bassi requiere, en primer término, la capacidad de detenerse ante un espectáculo altamente concentrado en unos cuadrados pintados que, sobre todas las cosas, nos inquietan. La respuesta la tienen los mismos cuadros, en un lugar donde el discurso nunca puede llegar, porque la pintura guarda celosamente su secreto.

Éste es el mérito de la obra de Bassi: el extraordinario escamoteo hacia cualquier región que no implique la pura plasticidad, el libre juego de la imaginación, el aspirar del espíritu en su vocación de dejarse llevar hasta las alturas inefables, sin esperar más de lo que se ve y que, sin embargo, resume el sentido de lo inesperado, cuando no hay un antes ni un después, sino un presente que en contra de todos los cálculos, permanece inalterable. 

lunes, 3 de junio de 2013

Javier Bassi convertido en el más severo de los pintores uruguayos - Jorge Abbondanza - El País

ARTE. "The Plot" una muestra que se queda con lo residual y la insinuación.
Conviene observar atentamente el breve audiovisual que acompaña la muestra desde una pequeña pantalla. Allí Javier Bassi explica su método de trabajo y el proceso por el cual sus obras progresan desde unos trazos iniciales hacia la gran superficie negra que las invade, apenas interrumpida por los filamentos blancos que las atraviesan.

Si se considera a la pintura como un concierto de colores, formas, líneas, manchas y espacios en torno a la elaboración de una imagen y un tema, el trabajo de Bassi es una suerte de contrapintura, la búsqueda de la anulación de esos elementos para quedarse apenas con lo residual; un solo pigmento (el negro), un solo signo de lenguaje (la línea recta), una sola interrupción del espacio (los hilos blancos que de vez en cuando lo surcan).


Con su método, Bassi está buscando el más escondido de los caminos de comunicación con el contemplador: el del significado oculto, el de lo que se insinúa sin mostrarse, el de lo que estuvo sobre el lienzo pero se borró.

Como sucede con una parte de la corriente del pensamiento, que emerge en medio de la marea de la memoria para asociar furtivamente las ideas y luego disolverse dejando unos pocos rastros, en la pintura de Bassi figuran escasas huellas, las indispensables para que la expresividad no se evapore y solo permanezca alguna pista, la necesaria para que el observador se detenga para palpar la insinuación de las rendijas blancas que todavía siguen abiertas como heridas luminosas en medio de la piel retinta de la tela.

No se puede pedir un mayor extremo de severidad en la pintura de este uruguayo reservado, solitario, casi monacal, que obstinadamente apegado a su modalidad y con el paso de los años ha ido reduciendo sus imágenes hasta alcanzar el límite de la desaparición, esa frontera donde el dato visual corre el peligro de extinguirse para dar paso al enigma de lo que no se ve y sin embargo se sugiere.


Con una reserva idéntica a la que mantiene personalmente en su conducta diaria, Bassi pinta (y luego va tachando, sumergiendo, borrando) lo que piensa y no dice, lo que imagina y oculta. Se convierte así en el reverso del pintor sensorial, en la antípoda del trabajo disfrutable o explícito, en el extremo del lenguaje lacónico, del monosílabo, del tratamiento riguroso, de la palabra estricta. Y así sus imágenes se contraen, resecándose hasta lograr la fascinación del paisaje desértico, cuyo arenal (como ha ocurrido históricamente en la transformación de la naturaleza) solo dibuja su estampa a partir de la gradual desaparición de otra que la precedió.

El desierto de partículas negras de Bassi retiene la mirada de quien lo enfrenta pero no por lo que muestra sino por lo que oculta, invitando no tanto a mirarlo sino a ver a través de él. Al comprobar eso, se consigue atravesar la barrera de su parquedad para llegar al fondo de su secreta expresividad.

Ningún otro pintor contemporáneo de este país ha logrado recorrer esa senda de sugerencias con un despojamiento tan absoluto en el semblante de sus obras. Por algo en el texto de su audiovisual, Bassi dice "construyo a partir de lo que quito". Y en ese proceso de lo que descarta, recubre o suprime, está la clave indefinible de su creación, que se asemeja al mecanismo del inconsciente en lo que tiene de profunda matriz de los impulsos y manto casi impenetrable de las pasiones.


El sello sorprendente del trabajo de Bassi consiste en manifestar ese núcleo tan denso a través de la extrema simplicidad de un campo tan liso y apenas arañado.

domingo, 10 de junio de 2012

Javier Bassi: el sello crepuscular en la pintura de un gran creador - Jorge Abbondanza - El País

Muestra. Obras realizadas hace 15 años se verán en el Museo Gurvich 
El miércoles a las 19 horas se abrirá en el Museo Gurvich (Ituzaingó 1377) una exposición de pintura de Javier Bassi, que se titula "Salve el crepúsculo", la que permanecerá habilitada durante un mes.
La selección que podrá verse en ese museo de la Ciudad Vieja reúne trabajos que Bassi realizó hace unos quince años. Esas obras permiten abrir otro ángulo de aproximación a su pintura, luego de la muestra que llevó a cabo el año pasado en el Museo Nacional de Artes Visuales con las últimas piezas de su producción. En uno y otro caso, el trabajo del artista recorre un camino de extraordinario despojamiento reduciendo su lenguaje a lo esencial, igual que esos textos literarios cuyo poder de síntesis consigue cargar de significado a cada palabra. La pintura de Bassi avanza desde hace tiempo hacia una depuración tenaz que él mismo define como un método que no funciona a través de lo que agrega sino de lo que sustrae.
Lo atrayente en el caso es que no desenvuelve totalmente lo que propone, echando sobre el resultado un velo de misterio que actúa sobre el observador como si le impidiera internarse en la exploración de lo que ve, pero al mismo tiempo invitándolo a proseguir, porque la seducción que ejerce tiene más fuerza que la conciencia de que no podrá desentrañarlo por completo. A simple vista, esos trabajos parecen cerrarse ante las miradas ajenas, pero luego abren rendijas a medida que se los recorre, hasta adquirir un trasluz parecido al de la penumbra, que embellece las cosas reales porque no las descubre del todo. Quizá por eso la palabra crepúsculo aparece en el título de la exposición. Y también por eso la hermosura desolada de las obras de Bassi refleja su temperamento creador, donde la inteligencia pesa más que el talento y un largo proceso de reflexión importa más que el acto mismo de realización en que culmina. En todo caso, el resultado confirma el poderío de la pintura cuando trasluce con unos pocos gestos la intimidad de los sentidos que la mueven por dentro.
OTRO TEXTO. En el catálogo de esta nueva exposición figura un texto de María Simon. Esa mujer dedicada a una carrera académica y luego política, debería agregar la crítica de arte a sus notorios menesteres, porque al referirse a este pintor consigue decir lo necesario y lo más revelador:"La obra de Javier Bassi es absoluta. El artista se juega a lo estrictamente bello e invita a jugarse o rechazar, o tensiona esos impulsos. Su potencia expresiva y sugestiva prescinde al extremo de apoyatura temática. Está hecha de sugerencias y adivinaciones, las del artista y las del que mira y participa, que requieren trabajo, concentración y ensimismamiento. La obra expuesta es pintura ejecutada en su mayor parte entre 1997 y 1998, durante una estadía en Nantes, e incluye algunas obras de menor formato, cercanamente anteriores o posteriores. La coherencia del trabajo del artista permite que una faceta lo represente en forma inequívoca. Estos sublimados paisajes interiores van del bosque a la arquitectura, ambos regidos por la luz y la gravedad. La luz se revela protagonista justamente por lo escasa y esquiva. Más que iluminar las imágenes, la luz surge desde adentro o desde más lejos, sugiriendo crepúsculos matinales o vespertinos. La depurada técnica, que trabaja con finas capas de color y veladuras, con diluciones y sustracciones, más que exhibirse busca ser transparente, y su implícita aspiración sería desaparecer, dejando paso a la contemplación del vacío y el silencio. La materia se vuelve signo de lo inmaterial".
Conviene agregar que rara vez, como en la obra de Bassi, la maestría comparece con tan pocos halagos y tanta exigencia, confiada apenas a la seca expresividad de su lenguaje y a la huella dactilar que imprime su despojamiento.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Enigma, pintura y algo más - Pablo Thiago Rocca - Semanario Brecha

plástica    El ocho   Brecha   9 de diciembre
“CRÓNICA INCIERTA” DE JAVIER BASSI

Carlos Seveso en la Engelman Ost, Oscar Larroca en el MEC, Sergio Viera en Galería Rio de la Plata, Walter Aiello en Pérez Castellanos, Martín Pellenur no hace mucho en la misma calle, Eduardo Cardozo en la V Bienal del MERCOSUR, y esta exposición de Javier Bassi en la Alianza Francesa son solo algunos ejemplos del buen momento que pasa la pintura uruguaya, pese a que cierta parte de la crítica local –y también de algunos artistas y curadores-se empeñe en sostener que la pintura ya no tiene nada que decir, o bien se afirme un día que sus logros son pura ilusión y al otro se alabe sin pruritos lo que ayer supuestamente era una nadería. Muerte de la pintura, persistencia de la pintura, resurrección de la pintura: tanto le pasa y ni siquiera se entera. En el caso de Javier Bassi la persistencia de su apuesta formal, si bien permite y estimula variaciones, se afianza progresivamente en el rigor de una investigación cuyos presupuestos conceptuales se mantienen inalterados. Una pintura por momentos  muy negra –no hace mucho, a partir de una muestra de Pelenur recordábamos este aspecto de su obra-, una pintura de la “ausencia del color” que marca a ciertos pintores de su generación pero que en Bassi encuentra las herramientas creativas para librarse de esa condición opresiva y desgarradora de la oscuridad, gracias a los chispazos del absurdo y las salidas poéticas. Sobriamente montada, la muestra incluye un par de objetos: mangos de palas que “se estiran” 12 metros y que prescinden de la hoja de metal para transformarse en un misterio de la acción –del trabajo, del ahondar, del transportar la materia- subrayando el costado enigmático del conjunto exhibido. Las referencias teóricas del “enigma” planteado pueden rastrearse al interior de la obra y en los títulos –Beuys, Kiefer, Tarkovski, León Bloy-pero no obstruyen la visión de un trabajo de índole básicamente personal. El bellísimo ejercicio de “La Ducha/ Manual para una práctica secreta”, un libro de artista que se despliega sobre una mesa alargada, da cuenta de este equilibrio entre la reflexión íntima y el juego de las citas conceptuales. Pero hay otra faceta de esta muestra que interesa resaltar por su condición de “pintura, pintura”: la creación del paisaje a partir de sugerencias brumosas y configuraciones más o menos fortuitas (“el recuerdo original”). Estos cuadros forman parte de una tradición que en Occidente hunde sus raíces en el siglo XIX, en las acuarelas de John Ruskin y de William Turner, pero cuyo origen se remonta al Renacimiento con el Trattato de Leonardo, cuya aspiración de una ciencia de la pintura basada en preceptos fenomenológicos no descuida siquiera las manchas de humedad de las paredes como formas susceptibles de una apreciación consciente y demorada. Resulta al menos curioso que el artista, según una entrevista que le hiciera la curadora Olga Larnaudie, subraye los peligros de percibir imágenes de la naturaleza en sus paisajes y no recalque, por ejemplo, los riesgos de una abstracción introvertida o de una excesiva conceptualización, por mencionar dos abordajes que se esbozaron en esta nota. Se trata en todo caso de una facultad, la de ver imágenes de la naturaleza, que le compete tanto al artista como a cualquier contemplador ocasional, y que se pensaría viene avalada por la misma incertidumbre del título de la muestra. Por otra parte, tal libertad “interpretativa”, encontraría un sugestivo correlato en la música que acompaña a la muestra, a cargo del propio Bassi y de Felipe Silvestre.

PABLO THIAGO ROCCA

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Plásticos en la ciudad








Javier Bassi entrevistado por Gustavo Fernández
Martes 1 de noviembre de 22:00 a 22:45
Miércoles 2 de noviembre de 10:00 a 10:45 / 16:00 a 16:45
Domingo 6 de noviembre de 22:00 a 22:45

ver programación en:
tevéCIUDAD

sábado, 24 de septiembre de 2011

Javier Bassi gana el concurso para el Mural del Bicentenario - Jorge Abbondanza - El País



El artista plástico Javier Bassi ha sido elegido ganador de un importante concurso para el Mural del Bicentenario, organizado por la Regional Norte de la Universidad de la República.
En su sede de la ciudad de Salto, la Regional Norte de la Universidad organizó un concurso para el Mural del Bicentenario a implantarse en el edificio del organismo. Auspiciado por la Comisión Nacional del Bicentenario que depende del MEC, el certamen convocó a los artistas nacionales y contó con un jurado integrado por Mariano Arana, Gustavo Scheps y Jaime Sztern.
Ese tribunal resolvió por unanimidad otorgar el premio al pintor Javier Bassi, concediendo asimismo menciones especiales a los proyectos de Claudia Ganzo Bracco, Marcelo Roux, Carolina Lecuna, Nicolás Moreira, Juan Pablo Conte Zunini, Aníbal Lattanzio y Javier Nicomedes Freire. Todos esos envíos serán exhibidos próximamente en el edificio de la Regional Norte.
No hace falta reiterar que Javier Bassi es uno de los nombres más destacados de la generación actual de plásticos uruguayos, contando con un prestigio de escaso paralelo entre sus contemporáneos. A los 47 años, ha recorrido una trayectoria de alcance internacional con numerosos premios y distinciones, a lo que se suma un reconocimiento general de la crítica.

Portada del Diario La Prensa
Su trabajo se caracteriza por un notable dramatismo en el tratamiento de la imagen y en el empleo del color, dos rasgos que acompañan el rigor con que se ha sujetado siempre a una línea expresiva no solo inconfundible sino además extremadamente personal y de permanente severidad, cualidades que se han acentuado recientemente, como quedó demostrado en la gran muestra individual que llevó a cabo hace pocos meses en el Museo Nacional de Artes Visuales, donde desplegó una serie de piezas de gran formato en las que dominaban las superficies de un negro intenso apenas surcadas por trazos blancos, que surgían como grietas o cicatrices a través de las extensas superficies monocromas.
A pesar de que el oficio pictórico es por su naturaleza una labor solitaria donde es frecuente el aislamiento y hasta el encierro personal del artista, el caso de Bassi es un ejemplo extremo de todo ello, quizá por su indeclinable fidelidad a ciertos cauces de lenguaje en los que jamás ha hecho concesiones a tendencias o escuelas ajenas a su ensimismada visión del hecho plástico, lo que contribuye a la potencia de sus realizaciones y a la estima que merecen su método de trabajo y su actitud personal frente a él.
Su obra es ajena a todo intento de seducir exteriormente al observador y se atiene a lo contrario: a una exigencia casi ritual, dotada de la apariencia de una pobreza franciscana y una porfiada economía de recursos visuales, como si operara no por adición sino por sustracción. El resultado de esa obstinada postura es un ejemplo bastante único dentro de la pintura uruguaya de estos tiempos y no es por cierto una producción de disfrute inmediato sino gradual, que demanda al público una contemplación apaciguada y larga para llegar a penetrar en su relativo misterio y en su escondido poder de sugestión.
Este premio salteño en torno al mural de la Universidad se añade a esa carrera y esa obra personal, para resaltar de paso la presencia en el medio artístico de un creador tan singular.

lunes, 22 de agosto de 2011

Latin American Artists of Italian Descent - IADB Cutural Gallery - Washington D.C.



The IDB Cultural Center announces the opening of the exhibition
LATIN AMERICAN ARTISTS OF ITALIAN DESCENT
August 15 to October 21 2011
Mon-Fri, 11 AM to 6 PM

Among the artists included are: Hector Borla, Ricardo Crivelli, Sergio Camporeale, Eduardo Medici, Emilio Pettoruti, and Rogelio Polesello (Argentina), Lycia Palombini (Brazil), Umberto Giangrandi (Colombia), Francisco Amighetti (Costa Rica), Roberto Matta (Chile), Javier Bassi, Miguel A. Battegazzore, Pedro Figari, Antonio Frasconi, and Diego Masi (Uruguay), among others.

The IDB Cultural Center joins this year’s official celebrations in Washington, DC on the occasion of the 150th anniversary of the Unification of Italy, with a number of activities scheduled for the second part of 2011. The first is the exhibition LATIN AMERICAN ARTISTS OF ITALIAN DESCENT (August 15 to October 21, 2011), featuring 25 works drawn from the IDB Art Collection, representing a number of Latin American countries with a significant Italian migration, and calling attention to the important cultural synergy that has intertwined the destinies of Italy and Latin America for more than five hundred years. Most of the names of the artists are already familiar to the general public, such as Amighetti, Figari, Pettoruti, Matta, and Frasconi, to name a few. The works were selected by Félix Angel, Director and Curator of the IDB Cultural Center. The Center has invited Cristina Rossi, Professor of Latin American Art and researcher at the Julio E. Payró Institute for the Theory and History of Art of the University of Buenos Aires, to cooperate as guest essayist for the catalogue, and discuss the interaction of experiences between Italy and Latin America.

In her essay, entitled ART IN TRANSIT: Artistic Exchanges among Italian and Latin American Artists, Dr. Rossi explains the continuity of many traditions old and new in the development of the region’s modern artistic identity. According to her, “the mutual influences of Italians and Latin Americans cannot be understood simply by tracing names or ancestral ties for vestiges of “Italian-ness” devoid of historical context or conflict. Those influences are properly grasped only by acknowledging the accumulated knowledge and experience that seeped into the culture and expanded in the course of dialogue, creation, and negotiation.”
The IDB Cultural Center has distinguished itself in Washington and abroad for the high quality and professional excellence of its programming. The Center has recently been acknowledged by the magazine Arte al Día International as one of the world top institutions promoting the culture of Latin America and the Caribbean. Already in its twentieth year of uninterrupted activity, the Center is proud to reaffirm such a commitment to excellence, hoping that it will be maintained and reinforced in the years to come.


2011 - Inter-American Year of Culture
Free and open to the public
Inter-American Development Bank
Cultural Center GALLERY
1300 New York Avenue NW, Washington, DC.
One block from Metro Center, 13th Street exit.
T. 202.623.1213
e-mail IDBCC@iadb.org

sábado, 20 de agosto de 2011

La obra de un artista medular en el arte uruguayo más reciente. Imperdible. Javier Bassi inaugura en el Museo Nacional de Artes Visuales - Jorge Abbondanza - El País.


El viernes 13 se inaugurará una muestra de pintura de Javier Bassi en el Museo Nacional de Artes Visuales. Bajo el título de "In/visibilidad", el artista presentará sus obras más recientes.
Pocos pintores uruguayos de los últimos tiempos alcanzan la intensidad que emana del trabajo de Bassi. Se trata de una fuerza que crece lentamente a medida que se la observa y que se ha vuelto más despojada con el paso del tiempo. Eso es lo que domina esta nueva muestra, a través de piezas de gran formato, donde el empleo del negro tiene una presencia imponente. Sobre ese fondo, unas pocas frases en blanco son el sedimento que el artista deposita para que el visitante pueda atraparlo a través de la detenida contemplación que piden esas obras, hasta encontrarse con el impulso profundo que las mueve.
Puede afirmarse que el atrevimiento es uno de los motores de la actividad artística. Al enfrentar la tela, el pintor se atreve a dar un salto al vacío persiguiendo la imagen que solo existirá por su mediación. Partir de cero no es asunto fácil cuando se busca esa aparición, pero tampoco lo es cuando el escritor organiza las palabras para que nazca una idea a través de la nueva frase, o cuando el músico mide las notas hasta tender el hilo sonoro que es otro alumbramiento. Todos ellos se atreven, lo cual implica un riesgo, un esfuerzo, una capacidad y una determinación, que se combinan para entrar en funcionamiento a través de la combustión inseparable del acto creador. Ni siquiera el propio artista puede prever el resultado, que depende en principio de su sensibilidad y su trabajo, pero asimismo del toque azaroso que deriva de otras cosas: el grado de serenidad o perturbación del momento elegido, el apremio con que una idea puede invadir al ejecutante, el nivel de emoción o de entusiasmo que impulsa su mano. Todo eso se cruza en el camino del atrevimiento y modifica el resultado de la tarea, de la misma forma en que un encuentro casual o un golpe de viento alteran el estado de ánimo de quien recorre el mundo.


ANTES. Bassi reconoce que su labor artística comienza con la búsqueda de una imagen, que no siempre es un itinerario claro, breve ni lineal. Reconoce también que a partir del encuentro con esa imagen puede abrirse un proceso de elaboración gradual, aunque a veces la imagen escapa, perdiéndose en dos minutos, quizá porque se dejó atrás el punto en que la obra se acerca a su expresión ideal. Ocurre lo mismo en la alfarería, porque la presión de los dedos sobre la forma torneada también llega de pronto a una plenitud, que se perderá si el trabajo no se detiene allí. Con el pintor frente a la imagen se atraviesan esas etapas, donde un efecto surge o desaparece sobre la marcha, sin que la voluntad pueda a veces atraparlo.
Ese flujo es imponderable, pero resulta sin embargo decisivo en un lenguaje como el que frecuenta Bassi, cuyo contacto con la imagen en formación puede ser un encuentro fugitivo, cada vez más impredecible a medida que su producción avanza hacia una depuración tan tenaz, lo cual -según señala- es un método personal que no funciona a través de lo que agrega sino de lo que sustrae. A partir de la enorme superficie negra, las líneas blancas son una emanación que el artista irá reduciendo hasta que la imagen fragua, como si debiera contraerse o diluirse para flotar debidamente sobre ese fondo. El secreto de esa navegación responde a una medida impalpable, una regla de cálculo dictada por la intuición, pero también es el acto de una magia expresiva difícil de rastrear, que determinará la onda de seducción y hasta la intensidad de la obra.
Lo notable es que no desenvuelve del todo lo que presenta, imponiendo al resultado un velo de misterio que actúa de dos maneras sobre el observador. Por un lado parece detener la exploración visual, como si solo permitiera avanzar un trecho por el camino que deja a la mirada internarse en lo que ve, y por otro lado induce irresistiblemente a seguir viajando por el mar negro, tal vez porque el atractivo que ejerce es más poderoso que la conciencia de que no podrá desentrañarse por completo. La huella blanca que invade el negro tiene un dramatismo vinculado al choque de ambos colores, porque también crea una tensión que solamente puede mantenerse cuando se juega así con los dos extremos de la escala. Por eso consigue entablar ese combate entre lo impenetrable y lo revelador, una encrucijada que puede ser fascinadora cuando depende del pulso de un artista como él, que se adelanta o retrocede con sus pistas sin permitir que decaiga el hechizo del contemplador.


EL ACUERDO ENTRE TEMPERAMENTO CREADOR Y LA MANERA EN QUE SE ACTÚA EN LA TELA

Todo se rige por una clave más lejana que la obra misma, porque Bassi es un individuo de austeridad idéntica a la de su pintura, que en su conducta se manifiesta solo en parte, guardando zonas en reserva que sombrean su carácter y obligan a adivinar lo que no está declarado. Y entonces en algún sentido también él funciona en blanco y negro, aunque ese distanciamiento no empañe su cordialidad. Simplemente le otorga un perfil severo que se confunde con la sobriedad de lo que hace, trazando una identificación entre el autor y la obra que opera como un espejo cuya fidelidad vitaliza igualmente ambas estampas, la real y la proyectada. El hombre lacónico, que cuando habla lo hace con una expresividad concentrada, se mira en unos trabajos de la misma índole, que a simple vista parecen cerrarse ante los demás pero luego abren rendijas a medida que se los observa, hasta adquirir un trasluz parecido al de la penumbra, que embellece la realidad porque no la descubre del todo.
Esa unidad demuestra que la hermosura casi desolada de la obra de Bassi no es un hecho puramente estético, sino que proviene del acuerdo entre un temperamento creador y la manera en que se desdobla al actuar sobre la tela. Pero provoca además un efecto extraordinario, el de arrastrar a quien la contempla, obligándolo a emprender el mismo recorrido inicial que hizo el pintor en busca de la imagen. Quizás eso se produzca por la resistencia que en un comienzo plantean sus propuestas a la mirada del intruso, o debido a la membrana un poco enigmática que persiste cuando ya se han salvado las primeras vallas. En cualquier caso, el resultado confirma el sello cautivador de la pintura cuando la abastece una larga reflexión y transparenta la intimidad de los sentidos que la mueven por dentro.
La carga de energía que es capaz de desplegar esa pintura, corre por ejemplo a través de la doble malla que cuadricula una de las obras (como si duplicara la protección de un contenido), reaparece con la figura espectral que se levanta en otra (igual que el ectoplasma materializado ante un estado de trance), vuelve con las tres rectas blancas que parecen abrir la boca de un escenario (redoblando la profundidad del negro que las envuelve), recrudece con la erupción que estalla en la única pieza de fondo blanco (como un inesperado reverso en negativo de todo el resto), o acompaña la línea solitaria que avanza desde un borde y se quiebra de pronto en una caída vertical, que pesa como si mutilara el trazo.
Solitario y callado igual que un cartujo, Bassi adquiere una estatura medular en el arte uruguayo de los últimos tiempos, sostenido por el rigor de su tarea. Rara vez la maestría comparece con tan pocos halagos y tanta exigencia, confiada apenas en la seca belleza de sus gestos y en la huella dactilar que impone su despojamiento.

A LOS 46 AÑOS: DE MONTEVIDEO A PARIS Y A NUEVA YORK


Nacido en Montevideo en 1964, Bassi estudió dibujo y pintura (con Pierre Fossey y Pepe Montes) mientras cursaba los cinco años de la Facultad de Arquitectura. En 1993 viajó a México, Estados Unidos y Europa. Tres años después ganó el Premio Paul Cézanne que organiza la Embajada de Francia, trabajando en París en el Atelier Alraune. En 1998 estuvo un tiempo en Nueva York, donde produjo pinturas y objetos monumentales desde el taller de José Morales. Regresaría a esa ciudad en 2000 y 2004, al margen de lo cual participó en varios workshops (en Holanda, Francia, Ecuador, Estados Unidos y Uruguay). Aparte de la pintura, ha incursionado en grabado, dibujo, libros de artista, instalaciones, creación de objetos, intervenciones urbanas y escenografías. Expone individualmente con cierta frecuencia desde 1992, en Uruguay y el exterior. Recibió premios y distinciones, como un Primer Premio en la VI Muestra de Plásticos Jóvenes y un Gran Premio en el Salón del Centenario del Banco República.