lunes, 3 de junio de 2013

Javier Bassi convertido en el más severo de los pintores uruguayos - Jorge Abbondanza - El País

ARTE. "The Plot" una muestra que se queda con lo residual y la insinuación.
Conviene observar atentamente el breve audiovisual que acompaña la muestra desde una pequeña pantalla. Allí Javier Bassi explica su método de trabajo y el proceso por el cual sus obras progresan desde unos trazos iniciales hacia la gran superficie negra que las invade, apenas interrumpida por los filamentos blancos que las atraviesan.

Si se considera a la pintura como un concierto de colores, formas, líneas, manchas y espacios en torno a la elaboración de una imagen y un tema, el trabajo de Bassi es una suerte de contrapintura, la búsqueda de la anulación de esos elementos para quedarse apenas con lo residual; un solo pigmento (el negro), un solo signo de lenguaje (la línea recta), una sola interrupción del espacio (los hilos blancos que de vez en cuando lo surcan).


Con su método, Bassi está buscando el más escondido de los caminos de comunicación con el contemplador: el del significado oculto, el de lo que se insinúa sin mostrarse, el de lo que estuvo sobre el lienzo pero se borró.

Como sucede con una parte de la corriente del pensamiento, que emerge en medio de la marea de la memoria para asociar furtivamente las ideas y luego disolverse dejando unos pocos rastros, en la pintura de Bassi figuran escasas huellas, las indispensables para que la expresividad no se evapore y solo permanezca alguna pista, la necesaria para que el observador se detenga para palpar la insinuación de las rendijas blancas que todavía siguen abiertas como heridas luminosas en medio de la piel retinta de la tela.

No se puede pedir un mayor extremo de severidad en la pintura de este uruguayo reservado, solitario, casi monacal, que obstinadamente apegado a su modalidad y con el paso de los años ha ido reduciendo sus imágenes hasta alcanzar el límite de la desaparición, esa frontera donde el dato visual corre el peligro de extinguirse para dar paso al enigma de lo que no se ve y sin embargo se sugiere.


Con una reserva idéntica a la que mantiene personalmente en su conducta diaria, Bassi pinta (y luego va tachando, sumergiendo, borrando) lo que piensa y no dice, lo que imagina y oculta. Se convierte así en el reverso del pintor sensorial, en la antípoda del trabajo disfrutable o explícito, en el extremo del lenguaje lacónico, del monosílabo, del tratamiento riguroso, de la palabra estricta. Y así sus imágenes se contraen, resecándose hasta lograr la fascinación del paisaje desértico, cuyo arenal (como ha ocurrido históricamente en la transformación de la naturaleza) solo dibuja su estampa a partir de la gradual desaparición de otra que la precedió.

El desierto de partículas negras de Bassi retiene la mirada de quien lo enfrenta pero no por lo que muestra sino por lo que oculta, invitando no tanto a mirarlo sino a ver a través de él. Al comprobar eso, se consigue atravesar la barrera de su parquedad para llegar al fondo de su secreta expresividad.

Ningún otro pintor contemporáneo de este país ha logrado recorrer esa senda de sugerencias con un despojamiento tan absoluto en el semblante de sus obras. Por algo en el texto de su audiovisual, Bassi dice "construyo a partir de lo que quito". Y en ese proceso de lo que descarta, recubre o suprime, está la clave indefinible de su creación, que se asemeja al mecanismo del inconsciente en lo que tiene de profunda matriz de los impulsos y manto casi impenetrable de las pasiones.


El sello sorprendente del trabajo de Bassi consiste en manifestar ese núcleo tan denso a través de la extrema simplicidad de un campo tan liso y apenas arañado.

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