Javier Bassi en SOA.
Es verdad que la obra de Javier Bassi recurre a pocos elementos para expresarse, tal es así que tal vez hagan pensar en la estética del minimal. Sin embargo, se trata de una obra compleja que no se concentra en los límites entre el arte y lo que no lo es. A simple vista una serie de líneas blancas sobre un fondo negro, paralelas y verticales, con la evidencia del ángulo recto y de sutiles características visuales, tales como opacidad, delgadez, insustancialidad.
Nos encontramos con la clave del lenguaje de Bassi y tal vez podamos ingresar, por esta vía, hacia la profundidad conceptual de la obra, ya que toda obra de arte es conceptual, es decir, construye algún tipo de concepto o de idea relacionado con la vida.
Sin embargo, el concepto tampoco convalida el ser de la obra, un ser de particulares características, ni moral, ni amoral, ni filosófico, ni totalmente físico y probablemente espiritual. En el campo de las definiciones, ya Foucault había determinado la imposibilidad de imbricar las palabras y las cosas, y ante esta incapacidad identitaria, se conforma con aproximaciones más o menos cercanas, más o menos convincentes, más o menos fiables, pero nunca totales. La obra de arte se encuentra fuera de los límites de cualquier otro universo intelectivo (incluso las conceptuales) y para nuestra tranquilidad, son autónomas, y afirmativas de sí mismas.
Las preguntas se plantean desde el exterior y responden al dilema existencial del observador. La obra es en sí una respuesta, nunca una pregunta. El fondo de tono rotundamente negro, y las líneas rotundamente blancas, rectas y ortogonales de la obra de Bassi se establecen como rigurosamente ciertas e independientes de cualquier especulación intelectual. Son hechos plásticos de primera magnitud y desde el famoso “cuadrado blanco sobre fondo blanco” de Malevitch, participan de la historia de la visualidad, con implicancias hacia lo que se ve, lo que se muestra y lo que oculta, el dilema sigue siendo el mismo. Dilema que se resuelve desde la propia mirada de cada artista, en general con una perspectiva de investigación, buceando en las aguas desconocidas del universo artístico.
Las obras de Bassi son perfectas tautologías plásticas y, como la sucesión de los días y de las noches, constituyen fenómenos que hacen interrogar desde lo completo del enigma que encierran, que por otra parte no se puede describir, sino que se debe experimentar. Cuando experimentamos la negritud del plano y la blancura, la delgadez o el grosor de la línea, la sensación de movimiento perfectamente inmóvil y la de un espacio que se precipita como un agujero negro, lleno de una energía absolutamente inconcebible, entonces no es necesario explicar nada, porque está todo dicho. El talento de Bassi requiere, en primer término, la capacidad de detenerse ante un espectáculo altamente concentrado en unos cuadrados pintados que, sobre todas las cosas, nos inquietan. La respuesta la tienen los mismos cuadros, en un lugar donde el discurso nunca puede llegar, porque la pintura guarda celosamente su secreto.
Éste es el mérito de la obra de Bassi: el extraordinario escamoteo hacia cualquier región que no implique la pura plasticidad, el libre juego de la imaginación, el aspirar del espíritu en su vocación de dejarse llevar hasta las alturas inefables, sin esperar más de lo que se ve y que, sin embargo, resume el sentido de lo inesperado, cuando no hay un antes ni un después, sino un presente que en contra de todos los cálculos, permanece inalterable.
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