jueves, 22 de diciembre de 2011

Enigma, pintura y algo más - Pablo Thiago Rocca - Semanario Brecha

plástica    El ocho   Brecha   9 de diciembre
“CRÓNICA INCIERTA” DE JAVIER BASSI

Carlos Seveso en la Engelman Ost, Oscar Larroca en el MEC, Sergio Viera en Galería Rio de la Plata, Walter Aiello en Pérez Castellanos, Martín Pellenur no hace mucho en la misma calle, Eduardo Cardozo en la V Bienal del MERCOSUR, y esta exposición de Javier Bassi en la Alianza Francesa son solo algunos ejemplos del buen momento que pasa la pintura uruguaya, pese a que cierta parte de la crítica local –y también de algunos artistas y curadores-se empeñe en sostener que la pintura ya no tiene nada que decir, o bien se afirme un día que sus logros son pura ilusión y al otro se alabe sin pruritos lo que ayer supuestamente era una nadería. Muerte de la pintura, persistencia de la pintura, resurrección de la pintura: tanto le pasa y ni siquiera se entera. En el caso de Javier Bassi la persistencia de su apuesta formal, si bien permite y estimula variaciones, se afianza progresivamente en el rigor de una investigación cuyos presupuestos conceptuales se mantienen inalterados. Una pintura por momentos  muy negra –no hace mucho, a partir de una muestra de Pelenur recordábamos este aspecto de su obra-, una pintura de la “ausencia del color” que marca a ciertos pintores de su generación pero que en Bassi encuentra las herramientas creativas para librarse de esa condición opresiva y desgarradora de la oscuridad, gracias a los chispazos del absurdo y las salidas poéticas. Sobriamente montada, la muestra incluye un par de objetos: mangos de palas que “se estiran” 12 metros y que prescinden de la hoja de metal para transformarse en un misterio de la acción –del trabajo, del ahondar, del transportar la materia- subrayando el costado enigmático del conjunto exhibido. Las referencias teóricas del “enigma” planteado pueden rastrearse al interior de la obra y en los títulos –Beuys, Kiefer, Tarkovski, León Bloy-pero no obstruyen la visión de un trabajo de índole básicamente personal. El bellísimo ejercicio de “La Ducha/ Manual para una práctica secreta”, un libro de artista que se despliega sobre una mesa alargada, da cuenta de este equilibrio entre la reflexión íntima y el juego de las citas conceptuales. Pero hay otra faceta de esta muestra que interesa resaltar por su condición de “pintura, pintura”: la creación del paisaje a partir de sugerencias brumosas y configuraciones más o menos fortuitas (“el recuerdo original”). Estos cuadros forman parte de una tradición que en Occidente hunde sus raíces en el siglo XIX, en las acuarelas de John Ruskin y de William Turner, pero cuyo origen se remonta al Renacimiento con el Trattato de Leonardo, cuya aspiración de una ciencia de la pintura basada en preceptos fenomenológicos no descuida siquiera las manchas de humedad de las paredes como formas susceptibles de una apreciación consciente y demorada. Resulta al menos curioso que el artista, según una entrevista que le hiciera la curadora Olga Larnaudie, subraye los peligros de percibir imágenes de la naturaleza en sus paisajes y no recalque, por ejemplo, los riesgos de una abstracción introvertida o de una excesiva conceptualización, por mencionar dos abordajes que se esbozaron en esta nota. Se trata en todo caso de una facultad, la de ver imágenes de la naturaleza, que le compete tanto al artista como a cualquier contemplador ocasional, y que se pensaría viene avalada por la misma incertidumbre del título de la muestra. Por otra parte, tal libertad “interpretativa”, encontraría un sugestivo correlato en la música que acompaña a la muestra, a cargo del propio Bassi y de Felipe Silvestre.

PABLO THIAGO ROCCA

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Plásticos en la ciudad








Javier Bassi entrevistado por Gustavo Fernández
Martes 1 de noviembre de 22:00 a 22:45
Miércoles 2 de noviembre de 10:00 a 10:45 / 16:00 a 16:45
Domingo 6 de noviembre de 22:00 a 22:45

ver programación en:
tevéCIUDAD

sábado, 24 de septiembre de 2011

Javier Bassi gana el concurso para el Mural del Bicentenario - Jorge Abbondanza - El País



El artista plástico Javier Bassi ha sido elegido ganador de un importante concurso para el Mural del Bicentenario, organizado por la Regional Norte de la Universidad de la República.
En su sede de la ciudad de Salto, la Regional Norte de la Universidad organizó un concurso para el Mural del Bicentenario a implantarse en el edificio del organismo. Auspiciado por la Comisión Nacional del Bicentenario que depende del MEC, el certamen convocó a los artistas nacionales y contó con un jurado integrado por Mariano Arana, Gustavo Scheps y Jaime Sztern.
Ese tribunal resolvió por unanimidad otorgar el premio al pintor Javier Bassi, concediendo asimismo menciones especiales a los proyectos de Claudia Ganzo Bracco, Marcelo Roux, Carolina Lecuna, Nicolás Moreira, Juan Pablo Conte Zunini, Aníbal Lattanzio y Javier Nicomedes Freire. Todos esos envíos serán exhibidos próximamente en el edificio de la Regional Norte.
No hace falta reiterar que Javier Bassi es uno de los nombres más destacados de la generación actual de plásticos uruguayos, contando con un prestigio de escaso paralelo entre sus contemporáneos. A los 47 años, ha recorrido una trayectoria de alcance internacional con numerosos premios y distinciones, a lo que se suma un reconocimiento general de la crítica.

Portada del Diario La Prensa
Su trabajo se caracteriza por un notable dramatismo en el tratamiento de la imagen y en el empleo del color, dos rasgos que acompañan el rigor con que se ha sujetado siempre a una línea expresiva no solo inconfundible sino además extremadamente personal y de permanente severidad, cualidades que se han acentuado recientemente, como quedó demostrado en la gran muestra individual que llevó a cabo hace pocos meses en el Museo Nacional de Artes Visuales, donde desplegó una serie de piezas de gran formato en las que dominaban las superficies de un negro intenso apenas surcadas por trazos blancos, que surgían como grietas o cicatrices a través de las extensas superficies monocromas.
A pesar de que el oficio pictórico es por su naturaleza una labor solitaria donde es frecuente el aislamiento y hasta el encierro personal del artista, el caso de Bassi es un ejemplo extremo de todo ello, quizá por su indeclinable fidelidad a ciertos cauces de lenguaje en los que jamás ha hecho concesiones a tendencias o escuelas ajenas a su ensimismada visión del hecho plástico, lo que contribuye a la potencia de sus realizaciones y a la estima que merecen su método de trabajo y su actitud personal frente a él.
Su obra es ajena a todo intento de seducir exteriormente al observador y se atiene a lo contrario: a una exigencia casi ritual, dotada de la apariencia de una pobreza franciscana y una porfiada economía de recursos visuales, como si operara no por adición sino por sustracción. El resultado de esa obstinada postura es un ejemplo bastante único dentro de la pintura uruguaya de estos tiempos y no es por cierto una producción de disfrute inmediato sino gradual, que demanda al público una contemplación apaciguada y larga para llegar a penetrar en su relativo misterio y en su escondido poder de sugestión.
Este premio salteño en torno al mural de la Universidad se añade a esa carrera y esa obra personal, para resaltar de paso la presencia en el medio artístico de un creador tan singular.

lunes, 22 de agosto de 2011

Latin American Artists of Italian Descent - IADB Cutural Gallery - Washington D.C.



The IDB Cultural Center announces the opening of the exhibition
LATIN AMERICAN ARTISTS OF ITALIAN DESCENT
August 15 to October 21 2011
Mon-Fri, 11 AM to 6 PM

Among the artists included are: Hector Borla, Ricardo Crivelli, Sergio Camporeale, Eduardo Medici, Emilio Pettoruti, and Rogelio Polesello (Argentina), Lycia Palombini (Brazil), Umberto Giangrandi (Colombia), Francisco Amighetti (Costa Rica), Roberto Matta (Chile), Javier Bassi, Miguel A. Battegazzore, Pedro Figari, Antonio Frasconi, and Diego Masi (Uruguay), among others.

The IDB Cultural Center joins this year’s official celebrations in Washington, DC on the occasion of the 150th anniversary of the Unification of Italy, with a number of activities scheduled for the second part of 2011. The first is the exhibition LATIN AMERICAN ARTISTS OF ITALIAN DESCENT (August 15 to October 21, 2011), featuring 25 works drawn from the IDB Art Collection, representing a number of Latin American countries with a significant Italian migration, and calling attention to the important cultural synergy that has intertwined the destinies of Italy and Latin America for more than five hundred years. Most of the names of the artists are already familiar to the general public, such as Amighetti, Figari, Pettoruti, Matta, and Frasconi, to name a few. The works were selected by Félix Angel, Director and Curator of the IDB Cultural Center. The Center has invited Cristina Rossi, Professor of Latin American Art and researcher at the Julio E. Payró Institute for the Theory and History of Art of the University of Buenos Aires, to cooperate as guest essayist for the catalogue, and discuss the interaction of experiences between Italy and Latin America.

In her essay, entitled ART IN TRANSIT: Artistic Exchanges among Italian and Latin American Artists, Dr. Rossi explains the continuity of many traditions old and new in the development of the region’s modern artistic identity. According to her, “the mutual influences of Italians and Latin Americans cannot be understood simply by tracing names or ancestral ties for vestiges of “Italian-ness” devoid of historical context or conflict. Those influences are properly grasped only by acknowledging the accumulated knowledge and experience that seeped into the culture and expanded in the course of dialogue, creation, and negotiation.”
The IDB Cultural Center has distinguished itself in Washington and abroad for the high quality and professional excellence of its programming. The Center has recently been acknowledged by the magazine Arte al Día International as one of the world top institutions promoting the culture of Latin America and the Caribbean. Already in its twentieth year of uninterrupted activity, the Center is proud to reaffirm such a commitment to excellence, hoping that it will be maintained and reinforced in the years to come.


2011 - Inter-American Year of Culture
Free and open to the public
Inter-American Development Bank
Cultural Center GALLERY
1300 New York Avenue NW, Washington, DC.
One block from Metro Center, 13th Street exit.
T. 202.623.1213
e-mail IDBCC@iadb.org

sábado, 20 de agosto de 2011

La obra de un artista medular en el arte uruguayo más reciente. Imperdible. Javier Bassi inaugura en el Museo Nacional de Artes Visuales - Jorge Abbondanza - El País.


El viernes 13 se inaugurará una muestra de pintura de Javier Bassi en el Museo Nacional de Artes Visuales. Bajo el título de "In/visibilidad", el artista presentará sus obras más recientes.
Pocos pintores uruguayos de los últimos tiempos alcanzan la intensidad que emana del trabajo de Bassi. Se trata de una fuerza que crece lentamente a medida que se la observa y que se ha vuelto más despojada con el paso del tiempo. Eso es lo que domina esta nueva muestra, a través de piezas de gran formato, donde el empleo del negro tiene una presencia imponente. Sobre ese fondo, unas pocas frases en blanco son el sedimento que el artista deposita para que el visitante pueda atraparlo a través de la detenida contemplación que piden esas obras, hasta encontrarse con el impulso profundo que las mueve.
Puede afirmarse que el atrevimiento es uno de los motores de la actividad artística. Al enfrentar la tela, el pintor se atreve a dar un salto al vacío persiguiendo la imagen que solo existirá por su mediación. Partir de cero no es asunto fácil cuando se busca esa aparición, pero tampoco lo es cuando el escritor organiza las palabras para que nazca una idea a través de la nueva frase, o cuando el músico mide las notas hasta tender el hilo sonoro que es otro alumbramiento. Todos ellos se atreven, lo cual implica un riesgo, un esfuerzo, una capacidad y una determinación, que se combinan para entrar en funcionamiento a través de la combustión inseparable del acto creador. Ni siquiera el propio artista puede prever el resultado, que depende en principio de su sensibilidad y su trabajo, pero asimismo del toque azaroso que deriva de otras cosas: el grado de serenidad o perturbación del momento elegido, el apremio con que una idea puede invadir al ejecutante, el nivel de emoción o de entusiasmo que impulsa su mano. Todo eso se cruza en el camino del atrevimiento y modifica el resultado de la tarea, de la misma forma en que un encuentro casual o un golpe de viento alteran el estado de ánimo de quien recorre el mundo.


ANTES. Bassi reconoce que su labor artística comienza con la búsqueda de una imagen, que no siempre es un itinerario claro, breve ni lineal. Reconoce también que a partir del encuentro con esa imagen puede abrirse un proceso de elaboración gradual, aunque a veces la imagen escapa, perdiéndose en dos minutos, quizá porque se dejó atrás el punto en que la obra se acerca a su expresión ideal. Ocurre lo mismo en la alfarería, porque la presión de los dedos sobre la forma torneada también llega de pronto a una plenitud, que se perderá si el trabajo no se detiene allí. Con el pintor frente a la imagen se atraviesan esas etapas, donde un efecto surge o desaparece sobre la marcha, sin que la voluntad pueda a veces atraparlo.
Ese flujo es imponderable, pero resulta sin embargo decisivo en un lenguaje como el que frecuenta Bassi, cuyo contacto con la imagen en formación puede ser un encuentro fugitivo, cada vez más impredecible a medida que su producción avanza hacia una depuración tan tenaz, lo cual -según señala- es un método personal que no funciona a través de lo que agrega sino de lo que sustrae. A partir de la enorme superficie negra, las líneas blancas son una emanación que el artista irá reduciendo hasta que la imagen fragua, como si debiera contraerse o diluirse para flotar debidamente sobre ese fondo. El secreto de esa navegación responde a una medida impalpable, una regla de cálculo dictada por la intuición, pero también es el acto de una magia expresiva difícil de rastrear, que determinará la onda de seducción y hasta la intensidad de la obra.
Lo notable es que no desenvuelve del todo lo que presenta, imponiendo al resultado un velo de misterio que actúa de dos maneras sobre el observador. Por un lado parece detener la exploración visual, como si solo permitiera avanzar un trecho por el camino que deja a la mirada internarse en lo que ve, y por otro lado induce irresistiblemente a seguir viajando por el mar negro, tal vez porque el atractivo que ejerce es más poderoso que la conciencia de que no podrá desentrañarse por completo. La huella blanca que invade el negro tiene un dramatismo vinculado al choque de ambos colores, porque también crea una tensión que solamente puede mantenerse cuando se juega así con los dos extremos de la escala. Por eso consigue entablar ese combate entre lo impenetrable y lo revelador, una encrucijada que puede ser fascinadora cuando depende del pulso de un artista como él, que se adelanta o retrocede con sus pistas sin permitir que decaiga el hechizo del contemplador.


EL ACUERDO ENTRE TEMPERAMENTO CREADOR Y LA MANERA EN QUE SE ACTÚA EN LA TELA

Todo se rige por una clave más lejana que la obra misma, porque Bassi es un individuo de austeridad idéntica a la de su pintura, que en su conducta se manifiesta solo en parte, guardando zonas en reserva que sombrean su carácter y obligan a adivinar lo que no está declarado. Y entonces en algún sentido también él funciona en blanco y negro, aunque ese distanciamiento no empañe su cordialidad. Simplemente le otorga un perfil severo que se confunde con la sobriedad de lo que hace, trazando una identificación entre el autor y la obra que opera como un espejo cuya fidelidad vitaliza igualmente ambas estampas, la real y la proyectada. El hombre lacónico, que cuando habla lo hace con una expresividad concentrada, se mira en unos trabajos de la misma índole, que a simple vista parecen cerrarse ante los demás pero luego abren rendijas a medida que se los observa, hasta adquirir un trasluz parecido al de la penumbra, que embellece la realidad porque no la descubre del todo.
Esa unidad demuestra que la hermosura casi desolada de la obra de Bassi no es un hecho puramente estético, sino que proviene del acuerdo entre un temperamento creador y la manera en que se desdobla al actuar sobre la tela. Pero provoca además un efecto extraordinario, el de arrastrar a quien la contempla, obligándolo a emprender el mismo recorrido inicial que hizo el pintor en busca de la imagen. Quizás eso se produzca por la resistencia que en un comienzo plantean sus propuestas a la mirada del intruso, o debido a la membrana un poco enigmática que persiste cuando ya se han salvado las primeras vallas. En cualquier caso, el resultado confirma el sello cautivador de la pintura cuando la abastece una larga reflexión y transparenta la intimidad de los sentidos que la mueven por dentro.
La carga de energía que es capaz de desplegar esa pintura, corre por ejemplo a través de la doble malla que cuadricula una de las obras (como si duplicara la protección de un contenido), reaparece con la figura espectral que se levanta en otra (igual que el ectoplasma materializado ante un estado de trance), vuelve con las tres rectas blancas que parecen abrir la boca de un escenario (redoblando la profundidad del negro que las envuelve), recrudece con la erupción que estalla en la única pieza de fondo blanco (como un inesperado reverso en negativo de todo el resto), o acompaña la línea solitaria que avanza desde un borde y se quiebra de pronto en una caída vertical, que pesa como si mutilara el trazo.
Solitario y callado igual que un cartujo, Bassi adquiere una estatura medular en el arte uruguayo de los últimos tiempos, sostenido por el rigor de su tarea. Rara vez la maestría comparece con tan pocos halagos y tanta exigencia, confiada apenas en la seca belleza de sus gestos y en la huella dactilar que impone su despojamiento.

A LOS 46 AÑOS: DE MONTEVIDEO A PARIS Y A NUEVA YORK


Nacido en Montevideo en 1964, Bassi estudió dibujo y pintura (con Pierre Fossey y Pepe Montes) mientras cursaba los cinco años de la Facultad de Arquitectura. En 1993 viajó a México, Estados Unidos y Europa. Tres años después ganó el Premio Paul Cézanne que organiza la Embajada de Francia, trabajando en París en el Atelier Alraune. En 1998 estuvo un tiempo en Nueva York, donde produjo pinturas y objetos monumentales desde el taller de José Morales. Regresaría a esa ciudad en 2000 y 2004, al margen de lo cual participó en varios workshops (en Holanda, Francia, Ecuador, Estados Unidos y Uruguay). Aparte de la pintura, ha incursionado en grabado, dibujo, libros de artista, instalaciones, creación de objetos, intervenciones urbanas y escenografías. Expone individualmente con cierta frecuencia desde 1992, en Uruguay y el exterior. Recibió premios y distinciones, como un Primer Premio en la VI Muestra de Plásticos Jóvenes y un Gran Premio en el Salón del Centenario del Banco República.

viernes, 22 de julio de 2011

lunes, 11 de julio de 2011

Visibilidad de lo invisible - Nelson di Maggio - La República



En quince grandes obras Javier Bassi investiga pintando, siguiendo la lógica interna de una materia invasora que significa cuando oculta otra significación.

Nelson Di Maggio n_dimaggio@yahoo.com - La Republica – 11.07.11

En "In/visibilidad" (2010 / 2011), unipersonal de Javier Bassi en el Museo del Parque Rodó, el artista trabaja el color negro dominante con la idea de vacío donde el soporte comienza a tener sentido al construir en la destrucción, en el apagamiento de las sucesivas capas de materia en una especie de matriz acumulativa que suma y superpone, oculta y desoculta, deja filtrar vagamente, como a través de un vidrio oscuro, en fogonazos de color blanco, el arranque inicial de que partió.

El acto de pintar tradicional, en una inesperada vuelta de tuerca, se adecua a los elementos de la actual tecnología. En la desviación de esa secular operación, Bassi adopta un estatuto de constitución diverso al derramar la tinta de toner de las impresoras sobre papeles de avisos clasificados entelados. Esa materia negra, mucho más intensa que las del óleo y el acrílico, más profunda en la levedad de su consistencia, es el elemento apropiado y fundamental para emprender un viaje iniciático, de indudable raigambre romántica. Pero no hay apelaciones a la emoción epidérmica ni a la creación de envolventes atmósferas sentimentales. Con obstinado rigor, intuitivamente, va ordenando un mundo interior dramático de aspectos opuestos donde las líneas blancas sintetizan la relación de enfrentamientos en efectos óptico- cinéticos de mutante percepción.

Enrejados celdarios y nichos entrevistos (recurso que utilizó como instalación en el EAC el año pasado), bandas semejantes a electrocardiogramas simplificados, horizontales o verticales, que ocasionalmente aceptan la explosiva iluminación de la memoria ("Ice-cream memory", 2010).En el taller del pintor, junto a infinidad de objetos propios de artista que imponían un papel complementario a los cuadros, en una situación de unidad inextricable, la experiencia estética se enriquecía en una dimensión de enorme gratificación. En el museo, las obras excedidas en cantidad, demasiado cercanas entre sí y los pocos objetos elegidos que actúan como si fuera una cuasi instalación escultórica por separado, no respiran con la misma deseable plenitud, aunque cada una de ellas continúa a diseminar un asombro de seductor disfrute.

miércoles, 29 de junio de 2011

Confluencia en el MNAV - Ricardo Boglione - La Diaria


Otras pruebas de abstracción en Montevideo: hace pocas semanas escribí sobre una antológica de informalistas contemporáneos (curada por Enrique Gómez en el MAC), señalando el buen estado de salud del género en Uruguay, pero también cierta repetición de fórmulas ya cansadas. Ahora el MNAV permite recorrer en un muy selectivo y seductivo florilegio lo que fue su época históricamente dorada, vale decir los 60. Reducidísimo el número de pintores entonces, pero acertado el componente focal de las obras expuestas, aquella codicia matérica que fue quizá el rasgo más novedoso y voluptuoso de toda la camada informelle, a nivel mundial. Ya sea mirando estos exiguos ejemplos, más allá de un cierto atraso (hay telas de los maestros del tachisme ya insolentemente maduras inmediatamente luego cierta timidez. Los “empastes generosos” de la Segunda Guerra Mundial), se entiende que el materismo uruguayo se desplegó y desarrolló, a partir de la mitad de los 50, con de que habla una de la curadoras, María Eugenia Grau -y que tenían antecesores en las “figuras de Carlos Federico Sáez, Pedro Blanes Viale, Alfredo de Simone”- hubieran podido ser más generosos: nadie se acerca a las aglomeraciones del Fautrier más fangoso, por ejemplo, pero sí hay en estas licuefacciones de la figuración una plena refutación de los esquemas fabulísticos más obvios y un equilibrio literalmente Materismo histórico y no cuajado entre color y gesto. De los mencionados por Grau, entre los predecesores, De Simone resulta el caso más vistoso: algunos de sus escorzos del puerto u otros rincones ciudadanos casi llegan, por su acumulación matérica y desdibujo corpóreo, a una abstracción excedida y prósperamente pringosa. Dos ejemplos por todos: Proa de 1937 o la misma Calle de 1942, visible en otra sala del museo, que indico como ulterior ejemplo de un temprano esfuerzo pantanoso al alcance del visitador.

Para admirar esta Detonación matérica se pasa así de los cuadros existencialistas, pero delimitados geométricamente de Angustia y Espacio Azul y Negro de Jorge Damiani a las incisiones wolsianas de Presencia de Ventayol (hay también una “escapada” figurativa de él, la gran tela La ciencia en marcha), pasando por el más bajorrelievante, la Pintura del uruguayo, nacido en España, Agustín Alamán, sorprendente por la corporeidad toda arenosa de sus exquisitas alharacas pictóricas.

Sin duda, Tensiones y sauces, de Américo Spósito, se revela como la obra maestra del conjunto: óleo de grandes dimensiones, pintado en 1961, casi enteramente negro (vale decir, un negro que permite viradas hacia los grises, que en dicho contexto no llegan al gris, sino a otros negros “sucios”): las incertidumbres, los remolinos, el vaivén abrumado del pincel de Spósito llenan la amplia superficie en la que tal vez es la tela más expresiva y potente, pese o quizá a raíz de la aparente negación del color, del abstractismo uruguayo in toto (y admirable aquí no obstante una iluminación pésima). Negro: todo un tema en pintura -irremediablemente ligado a la muerte, pero también a la austeridad, fortuna de la pintura barroca, pero “prohibido” por los impresionistas-, es decir material que arde, que conlleva contemporáneamente una especie de duelo y un renacimiento. Cuando Ad Reinhardt pinta su primer monocromo negro en 1962 (un año después de Spósito) declara que “el objetivo primario de cincuenta años de abstractismo es presentar el arte como arte y nada más”, conectando el no-color al purismo más rarefacto, mientras diez años después las atormentadas telas negras de Pierre Soulages hablan en dirección opuesta, manifiestamente expresionista.

En una zona intermedia quizá se posiciona Javier Bassi, cuya última exposición se halla en el primer piso del museo, entretejiendo así un complejo y prodigioso diálogo con los matéricos de la planta baja (realmente loable la coincidencia expositiva).

El negro, de hecho, es el centro de los 15 grandes cuadros que conforman su In/Visibilidad: ejercicio, entre otras cosas, sobre engaños sensorios (metaforizados en las tres piezas “escultóricas” del conjunto, las jaulas). A nivel inmediatamente visual la muestra recorre con seguridad y pericia las dos tendencias apenas mencionadas: hebras dramáticas en telas como El regreso de los brujos, Snapshot e Ice-cream memory, con “momentos” desordenados, explosivos, por un lado; rigorismo casi ascético en trabajos como Pasajes, Mi línea como trampa y Libertad condicionada, que rozan el minimalismo más severo, por el otro.

Sin embargo, hay más: parte del atractivo de las obras se debe a la parca, pero fundamental presencia de trazos blancos que animan el “mar negro”, como lo llama el curador Jorge Abbondanza, alardeando más allá de los efectos resumidos antes, una especie de virtuosismo del contraste. Pero es sobre todo en la elección de los materiales (a eso se vuelve) que Bassi logra una emancipación del género abstracto, ausente en otros intérpretes actuales: la tela no es tela sino “papeles de avisos clasificados entelados”, por supuesto muy difíciles de percibir como tales sin casi tocar el cuadro con la nariz, y el negro no es témpera, acrílico u óleo, sino tinta de toner, tinta que se revela riquísima por su ductilidad, ya que de lejos no muestra tramas, mientras produce texturas expresivas apreciables de cerca. El empleo, novedoso en su época, de “ingredientes no tradicionales […]: arena, yeso, cemento, objetos agregados considerados pobres” de los artistas reunidos por Aguerre y Grau, encuentra así en los últimos trabajos de Bassi una especie de aggiornamento, oportunamente encaminado por el sendero técnico-tecnológico. ■

viernes, 3 de junio de 2011

Eye on Uruguay: Javier Bassi by Elizabeth Jane Vanderleelie

Eye on Uruguay: Javier Bassi: "The upstairs gallery at the Museo Nacional de Artes Visuales is as spacious as a ballroom, and its high-gloss hardwood floor seems to exte..."

domingo, 22 de mayo de 2011

Agujeros negros. Javier Bassi en el MNAV - Carlos Muñoz - Semanario Búsqueda.

Cuadros negros, negrísimos, con ciertas fisuras en blanco. Pinturas grandes, paneles que ocupan de verdad el espacio y lo llenan de sentido. Cuadros negros, pintados o trabajados en negro, con tóner sobre papeles de avisos clasificados entelados, según anota el artista. Una técnica que provoca imaginar al autor en una actividad trabajosa, sucia, complicada. Técnica y obras que permiten entrever un esfuerzo importante de desprendimiento, de lucha. Un intento mucho más arriesgado que todo lo que hizo antes. Un esfuerzo descarnado en una etapa de la vida y del arte en la que puede dejar de lado todo artificio con la seguridad que dan los años, el talento ya probado, la capacidad de ser profundo y de encontrar la sutileza de la verdad. Otras búsquedas, otras dudas, otros interrogantes. Solo así un artista puede manejar el negro (y la técnica empleada) con la profundidad y el rigor necesarios para alcanzar una experiencia artística convincente. Apenas uno entra en la Sala 5 del Museo Nacional de Artes Visuales, la obra se viene encima. La luz fuerte, fría, homogénea, permite un impacto brutal con los cuadros de Javier Bassi (1964), artista de importante trayectoria que vuelve a sorprender con una labor cautivante.

La muestra se llama "in visibilidad" y ofrece un coherente panorama de obras que escapan a toda definición, aunque uno pueda apelar a nombres y corrientes importantes para intentar clasificarlas.
No es necesario. Vale la pena quedarse con lo que son, así de personales, así de intrigantes. Pero a diferencia de otras donde parecía culminar un proceso, esta vez la experiencia parece sugerir un comienzo. No por el uso del negro y el blanco en claroscuros de inusitado dramatismo, sino por algo más trascendente. No hay dolor en sus cuadros, no provocan angustia, no tienen carga negativa. Al contrario, hay conflicto sí, pero creativo, tremendamente creativo. Y lo más interesante es que hacen pensar en el arte (por lo tanto en la vida), en su sentido, en el autor peleando con sus dudas, para usar una manoseada pero siempre efectiva imagen.

Es que Bassi dice algo, más allá de hacerlo muy bien y con un técnica depurada. Es sólido, provocativo, sensual y elusivo. Y pelea con lo evidente para lograr un nuevo, personal y muy sólido resultado, aunque no lo esconda del todo: abre las puertas a un universo muy personal, casi espiritual, donde el negro y en especial esa materia y la técnica utilizadas, logran la sensación que puede ofrecer el cielo nocturno cuando no hay luna.

Sensación que aparece densa al principio pero que luego, cuando la vista se acostumbra, comienza a alivianarse con un brillo, una estela, formas o trazos que surcan el cielo negrísimo, proponiendo ciertas percepciones, más nítidas y a la vez más indefinibles. Es la misma sensación que provoca el universo cuando uno hace silencio y lo mira desde esta planicie desorbitada, a veces tan chata.
¿Quién no se dejó subyugar alguna vez por esa inquietud existencial de una noche oscura, con el cielo que parece caer sobre todos los sinsentidos de la humanidad, por esas noches en que la vía láctea parece un jirón blanquísimo en late la, con sugerencias lejanas que afloran apenas cesan los ruidos de la calle o la lucha por la sobrevivencia?

La sensación es de reencuentro con el ser, algo más permanente y profundo que el simple disfrute de una noche estrellada con una buena compañía. El trabajo de Bassi irrumpe de esa forma en el espíritu. En sus grandes cuadros, el negro impera en el espacio como ese cielo nocturno. Y los blancos son a veces líneas, a veces suaves jirones, a veces celdas o resquicios que permiten depositar la confianza nuevamente en la imagen. Como el rastro de las estrellas fugaces. O al revés, porque frente a este universo, el negro es tanto o más subyugante que los sutiles y persistentes blancos. Como agujeros negros donde quedan atrapadas las imágenes, las formas, el tiempo y el espacio. El sábado de tardecita, la Sala 5 del MNAV estaba vacía. Ya caída la tarde, la luz artificial contrastaba fuertemente con la iluminación más tenue del resto del museo, con los espacios más abiertos donde se exhibe, por ejemplo, parte del acervo de la institución. En los grandes ventanales, y gracias a esa luz potente, se proyectaba la sala como una continuación de la otra: era un reflejo perfecto que sorprendía por lo real y que prolongaba la arquitectura del lugar como una doble jaula en la que uno podía ver hacia afuera pero no salir. Un efecto que, además, acentúa la irrealidad de ese sitio. Como el silencio. Como la ausencia de seres humanos.

Curiosamente, Bassi completa su exposición con tres objetos pequeños, construcciones livianas con maderas y alambres, casi como maquetas a escala. Una se llama "Sala 5" y es una jaula de pajarito redolada para simular la sala, vacía, limpia. Otra es un "ensamblaje" con jaula y bandeja de alambre uniendo las partes. La tercera es un puente bastante largo y angosto sobre pilotes de alambrecitos y techo, que se titula "El puente de los eremitas": el tránsito solitario de un artista, su permanencia en el desierto, su lado contemplativo. En cierta forma invita a transitar ese camino de despojo, de desprendimiento de las formas y de los colores, y a forjar el espíritu sobre la piedra fundamental de la existencia.

Lo cual es como alejarse de la ciudad para finalmente, liviano de equipaje, mirar el cielo que se nos viene encima. Bassi lo logra.


"Invisibilidad" de Javier Bassi. En el Museo Nacional de Artes Visuales (Parque Rodó). De Martes a domingos, de 14 a 19 horas, hasta el 10 de julio.
Carlos A. Muñoz

martes, 11 de enero de 2011

Asuntos Pendientes entrevista a Javier Bassi

Martes, 11.01.2011 Cultura

UN ARTISTA DE MUNDO
Asuntos Pendientes entrevistó al artista plástico Javier Bassi, que ha participado en más de 100 exposiciones en diferentes partes del mundo.