lunes, 11 de julio de 2011

Visibilidad de lo invisible - Nelson di Maggio - La República



En quince grandes obras Javier Bassi investiga pintando, siguiendo la lógica interna de una materia invasora que significa cuando oculta otra significación.

Nelson Di Maggio n_dimaggio@yahoo.com - La Republica – 11.07.11

En "In/visibilidad" (2010 / 2011), unipersonal de Javier Bassi en el Museo del Parque Rodó, el artista trabaja el color negro dominante con la idea de vacío donde el soporte comienza a tener sentido al construir en la destrucción, en el apagamiento de las sucesivas capas de materia en una especie de matriz acumulativa que suma y superpone, oculta y desoculta, deja filtrar vagamente, como a través de un vidrio oscuro, en fogonazos de color blanco, el arranque inicial de que partió.

El acto de pintar tradicional, en una inesperada vuelta de tuerca, se adecua a los elementos de la actual tecnología. En la desviación de esa secular operación, Bassi adopta un estatuto de constitución diverso al derramar la tinta de toner de las impresoras sobre papeles de avisos clasificados entelados. Esa materia negra, mucho más intensa que las del óleo y el acrílico, más profunda en la levedad de su consistencia, es el elemento apropiado y fundamental para emprender un viaje iniciático, de indudable raigambre romántica. Pero no hay apelaciones a la emoción epidérmica ni a la creación de envolventes atmósferas sentimentales. Con obstinado rigor, intuitivamente, va ordenando un mundo interior dramático de aspectos opuestos donde las líneas blancas sintetizan la relación de enfrentamientos en efectos óptico- cinéticos de mutante percepción.

Enrejados celdarios y nichos entrevistos (recurso que utilizó como instalación en el EAC el año pasado), bandas semejantes a electrocardiogramas simplificados, horizontales o verticales, que ocasionalmente aceptan la explosiva iluminación de la memoria ("Ice-cream memory", 2010).En el taller del pintor, junto a infinidad de objetos propios de artista que imponían un papel complementario a los cuadros, en una situación de unidad inextricable, la experiencia estética se enriquecía en una dimensión de enorme gratificación. En el museo, las obras excedidas en cantidad, demasiado cercanas entre sí y los pocos objetos elegidos que actúan como si fuera una cuasi instalación escultórica por separado, no respiran con la misma deseable plenitud, aunque cada una de ellas continúa a diseminar un asombro de seductor disfrute.

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